(Romeo + Juliet)
USA, 1996. 115m. C.
D.: Baz Luhrmann
I.: Leonardo DiCaprio, Claire Danes, John Leguizamo, Brian Dennehy
Una vorágine de frenéticas imágenes nos sitúan en el escenario de la acción. Como si asistiéramos a un espídico vídeo-clip, los planos se suceden unos a otros, atropellándose, sin que casi tengamos tiempo para asimilar las imágenes que vemos. Todo ello acompañado de una música grandilocuente, operística, y una voz en off igualmente afectada que nos introduce en una historia de amores, odios y venganzas que ya conocíamos, pero que nos parece estar viendo por primera vez. A continuación, y sin darnos tiempo a respirar, asistimos al encuentro entre los miembros de dos familias enfrentadas por viejos rencores de los que nadie se acuerda ya: en el marco de una gasolinera, los Capuletos y los Montescos desenfundan sus armas, se mueven y disparan como si actuaran en una cinta de acción de Hong Kong a la que se le ha añadido estilemas del spagetti western y el cine de pandilleros. Esta introducción es la escena más frenética, más arrolladora, de todo el film. El espectador asiste a un desfile de histéricas imágenes que no sirven tanto para situarle en el escenario en el que transcurrirán los hechos sino anticiparle el estilo, la arrolladora fuerza visual de un film que viste de suntuosos ropajes modernos sentimientos ya antiguos, a los cuales una inyección de adrenalina e imparable arrogancia adolescente traen a la actualidad para descubrir que, en el fondo, estos no han cambiado tanto.
El impacto de Romeo + Julieta no consiste en trasladar el esquema argumental de la pieza de Shakespeare a un entorno moderno (pues no sería la primera vez que se hace) sino en enfatizar, dinamizar los sentimientos desaforados de los protagonistas a través de una puesta en escena igualmente excesiva. Luhrmann no tiene miedo de llevar al límite la ecléctica amalgama de referencias visuales e iconográficas que maneja (de lo camp a lo kitch, de lo drag a lo feérico, de lo esteticista a lo hortera), siempre basculando entre lo sublime y lo ridículo (y, en ocasiones, en ambos a la vez), conocedor de que no es sino la materialización de la historia de amor fou que viven los dos protagonistas, delirante y surrealista en su obsesiva relación, y que convierte a Romeo y a Julieta en dos dementes lúcidos en medio de un torbellino de caos y apocalipsis, cuya explosión de sentimientos exaltados y apasionados desborda a un film que encuentra así, en el corazón compartido de dos seres enamorados, su misma razón de ser.
D.: Baz Luhrmann
I.: Leonardo DiCaprio, Claire Danes, John Leguizamo, Brian Dennehy
Una vorágine de frenéticas imágenes nos sitúan en el escenario de la acción. Como si asistiéramos a un espídico vídeo-clip, los planos se suceden unos a otros, atropellándose, sin que casi tengamos tiempo para asimilar las imágenes que vemos. Todo ello acompañado de una música grandilocuente, operística, y una voz en off igualmente afectada que nos introduce en una historia de amores, odios y venganzas que ya conocíamos, pero que nos parece estar viendo por primera vez. A continuación, y sin darnos tiempo a respirar, asistimos al encuentro entre los miembros de dos familias enfrentadas por viejos rencores de los que nadie se acuerda ya: en el marco de una gasolinera, los Capuletos y los Montescos desenfundan sus armas, se mueven y disparan como si actuaran en una cinta de acción de Hong Kong a la que se le ha añadido estilemas del spagetti western y el cine de pandilleros. Esta introducción es la escena más frenética, más arrolladora, de todo el film. El espectador asiste a un desfile de histéricas imágenes que no sirven tanto para situarle en el escenario en el que transcurrirán los hechos sino anticiparle el estilo, la arrolladora fuerza visual de un film que viste de suntuosos ropajes modernos sentimientos ya antiguos, a los cuales una inyección de adrenalina e imparable arrogancia adolescente traen a la actualidad para descubrir que, en el fondo, estos no han cambiado tanto.
El impacto de Romeo + Julieta no consiste en trasladar el esquema argumental de la pieza de Shakespeare a un entorno moderno (pues no sería la primera vez que se hace) sino en enfatizar, dinamizar los sentimientos desaforados de los protagonistas a través de una puesta en escena igualmente excesiva. Luhrmann no tiene miedo de llevar al límite la ecléctica amalgama de referencias visuales e iconográficas que maneja (de lo camp a lo kitch, de lo drag a lo feérico, de lo esteticista a lo hortera), siempre basculando entre lo sublime y lo ridículo (y, en ocasiones, en ambos a la vez), conocedor de que no es sino la materialización de la historia de amor fou que viven los dos protagonistas, delirante y surrealista en su obsesiva relación, y que convierte a Romeo y a Julieta en dos dementes lúcidos en medio de un torbellino de caos y apocalipsis, cuya explosión de sentimientos exaltados y apasionados desborda a un film que encuentra así, en el corazón compartido de dos seres enamorados, su misma razón de ser.